Yo estaba casado con una chica maravillosa y comprensiva, siempre
era muy atenta conmigo e intentaba satisfacerme en todo lo posible.
Yo no salía mucho y trabajaba desde casa, además hace poco nos
habíamos mudado y no conocía a nadie de aquí, esta situación sería
el principio de mi fin...
Cuando llevábamos un año de casados, nos contamos mutuamente
nuestras fantasías eróticas. Yo le dije que de pequeño me gustaba
ponerme la ropa de mi madre cuando ésta no estaba en casa, y que
esto me excitaba muchísimo; también le dije que había estado tentado
de probarme la suya, pero por miedo a ser descubierto nunca lo había
hecho, ya que era posible que ella no me comprendiese.
Así, después de sincerarme con mi esposa, ella me dijo que la
gustaría verme vestido de mujer. Al día siguiente me puse unas
braguitas negras suyas y un sujetador a juego con dos globos blancos
que imitaban las tetas, para rematarlo todo, unas medias negras con
liguero. La ropa no era exactamente de mi talla pero básicamente no
me estaba mal. Así pues, esa noche follamos como nunca y tuve el
orgasmo más maravilloso de mi vida.
A partir de entonces, siempre que hacíamos el amor yo me ponía su
ropa y me gustaba que fuera ella quien llevase la iniciativa en el
juego sexual. Me imaginaba que era follado por mi mujer y le pedía
que durante el acto me llamase zorra y puta.
Así transcurrieron los meses y yo no me daba cuenta de que mi mujer
cada vez disfrutaba menos en la cama conmigo, primero le pedí que me
metiese su consolador en mi culo y que hiciese como si me follase,
después la compré un consolador doble, para que ella se lo metiera
en el coño y mientras pudiera darme a mí por el culo. Pero lo que no
me podía llegar jamás a imaginar era como podía cambiar mi vida de
la noche a la mañana por culpa de mi afición al travestismo.
Un día que volvía a casa después de un viaje pensé en darla una
sorpresa a mi esposa, ya que no me esperaba hasta un día después. A
mi llegada a la ciudad, me fui a unos grandes almacenes y compré un
body negro precioso para regalárselo.
Al llegar a casa vi la puerta de nuestra alcoba cerrada, por lo que
supuse que quizás ella estaría durmiendo, así que me quité la ropa
en el servicio y me probé el que iba a ser su regalo; el body me
quedaba perfecto, me puse unos globos de agua a modo de tetas y me
encamine hacia el dormitorio para darla la sorpresa, pero la
sorpresa fue mía al abrir la puerta y encontrarla en la cama con
otro hombre.
Él la estaba follando, a mi esposa, y yo estaba allí viéndoles,
vestido con ropa de mujer. En ese momento me fijé en él, tenía una
polla enorme y unos cojones magníficos, comprendí que tal y como
iban las cosas entre mi mujer y yo, era normal que se hubiese
buscado un ligue.
- Así que éste es el maricón de tu marido. Dijo el hombre - Te gusta
mi picha verdad, estoy seguro de que te gustaría probarla. Yo no
podía de dejar de mirar el inmenso falo, hasta ese momento jamás
había tenido ningún pensamiento homosexual, pero en esa situación...
- Seguro que te gustaría chupármela un poco ¿verdad?
Yo no pude disimular el bulto de mi polla en el body , la verdad es
que estaba muy excitado, me acerqué y me agaché delante de él, mi
mujer no daba crédito a lo que estaba viendo.
- Vamos zorra, mámamela. Dijo él cogiéndome por los hombros.
Cogí el miembro con mi mano derecha y sin pensármelo dos veces me la
metí en la boca, cuando empecé a chupar me sentí aun más excitado.
-¿Te gusta mi polla, marica? ¿Sabes? Lo haces muy bien para ser un
tío.
Yo empecé a besar sus cojones y la entrepierna, realmente me gustaba.
- Por ahora ya es suficiente, ahora voy a echarle un buen polvazo a
tu mujer, mira bien, vas a ver lo que es un hombre de verdad.
¡Maricón!
Mi mujer seguía sin decir palabra, pero la situación también le
había excitado a ella, el ver como su marido le hacía una paja a su
amante era muy morboso. El hombre empezó a follarla a lo bestia, mi
mujer sólo emitía jadeos de placer, mientras yo los veía me empecé a
masturbar, al cabo de un rato todos llegamos al orgasmo a la vez. El
tío dejó a mi mujer y con su polla chorreando de semen me dijo:
- Ahora, vas a limpiarme la polla con otra mamada, ¿vale? Zorra.
Yo me limité a seguir sus órdenes y se la mamé hasta que no le dejé
ni una gota de semen en el badajo, el sabor del semen me encantaba.
Después de esto nos acostamos los tres, estábamos exhaustos, y nos
dormimos al poco; o por lo menos yo, ya que entre sueños me parecía
oír que discutían acerca de la manera mejor de librarse de mí... y
desde luego no podía imaginarme lo que iba a pasar a la mañana
siguiente, además me di cuenta de que había visto antes en otra
parte al amante de mi mujer, en una convección de programadores a la
que asistimos mi mujer y yo, quizás allí lo hubiera conocido ella,
me dijeron que era un tipo que tenía contactos con piratas
informáticos y que estaba metido en cosas turbias.
Me desperté tarde, como acostumbraba, lo primero que me extrañó era
que ni mi esposa ni Pablo (su amante) estuvieran. Aún me hallaba con
el body de piba, había dormido toda la noche con él, así que me lo
quité y cuando fui a echar mano de mi ropa interior ¡Oh sorpresa! No
estaba allí, busqué pero no la encontré y enseguida me di cuenta de
que en la casa no había nadie, pero a los pocos segundos oí la
puerta.
Cuando me dirigí hacia la entrada mi mujer me dirigió una sonrisa
forzada y Pablo me hizo un gesto obsceno con la lengua llevándose la
mano a su aparato, ambos llevaban un montón de bolsas en la mano que
yo no podía acertar a pensar que eran. - Tenemos que hablar. Dijo mi
esposa. - Ven conmigo. Me cogió de la mano, me llevó a nuestra
alcoba y cerró la puerta.
- Quiero que comprendas, que yo te quiero y que esto va a ser lo
mejor para todos. Escúchame: La situación es insostenible, pero para
la felicidad de todos lo mejor es que... -
Que yo me vaya, es eso lo que quieres decir.
- No, no es eso, queremos la casa y no te vamos a echar de aquí,
creemos que lo mejor es que vivamos todos juntos pero con algunos
cambios... Verás lo mejor será que aceptes lo que te voy a decir, o
de lo contrario escribiré a tus padres y tus amigos y les contaré
que me quiero divorciar de ti y les diré todo lo que hiciste anoche
¿supongo que eso no te gustaría?
- ¿No serías capaz?
- Sí, sí lo sería sino aceptas.
- Supongo que no tengo otra alternativa.
- No, no la tienes.
- Bien ¿de qué se trata?
- Se trata de que desde ahora Pablo va a ser el único hombre de la
casa.
- Hombre, creo que eso tampoco es tan difícil de asumir.
- Pero en sentido literal. Es decir a partir de hoy vas a vestir
como una mujer, vas a comportarte como una mujer, vas a mear como
una mujer, vas a hablar como una mujer. Vas a ser una mujer.
- ¿Qué quieres decir exactamente?
- Pues que hoy te voy a depilar todo el cuerpo, te vas a afeitar
bien, y te vas a poner la ropa que te hemos comprado, vas a llevar
bragas, medias y sujetador todo el día, te pondrás la peluca y las
tetas postizas que hemos comprado y por la noche dormirás con
camisón. Vas a ser a partir de ahora una mujer en el sentido más
amplio de la palabra ¿en el fondo, no es eso lo que te ha gustado
desde siempre?
Yo no podía salir de mi asombro mientras mi mujer me decía esto,
pero estaba muy cachondo, sus palabras me habían excitado muchísimo.
- Supongo que sí. Esa frase me salió sin querer.
- Pues vamos a empezar ahora. Mi mujer salió de la habitación
conmigo y me llevó al servicio. Me sentó en un taburete y lo primero
que hizo fue hacerme con un aparatito los agujeros de las orejas.
Después cogió la cuchilla de afeitar y me afeitó todo el cuerpo, el
pecho, las piernas, los brazos, las axilas, los cojones, el culo y
por supuesto la cara. Luego cogió las tijeras y me recortó el vello
púbico para que pareciese el de una mujer, la verdad es que se
superó a si misma, hizo un trabajo excelente. Para terminar cogió
unas pinzas y me depiló las cejas. Mientras ella hacía todo esto, yo
estaba empalmadísimo, mi polla parecía que iba a reventar, ella la
miraba de vez en cuando con un sentimiento lastimoso, por llamarlo
de alguna manera. Cuando terminó, me puso delante del espejo y me
preguntó:
- ¿Qué tal te ves?
- Perfecto.
- ¿Será perfecta en todo caso?
- Sí - dije yo con la voz más femenina que pude poner - estoy
monísima, muchas gracias - Le fui a dar un beso de agradecimiento,
pero ella se apartó y me dijo seriamente.
- Oye, a partir de ahora vas a tener en cuenta que yo de lesbiana no
tengo nada, espero que esto lo comprendas y no intentes hacer
conmigo cosas raras ¿de acuerdo?
Yo no podía salir de mi asombro, no podía creer que mi propia esposa
me dijera eso.
- Ahora dúchate y sécate, que aun no he terminado contigo.
Cerré la puerta del cuarto de baño y me metí en la ducha, sus
últimas palabras me habían excitado aún más y estuve pensando en
hacerme una paja, pero decidí aguantar por el momento. Terminé de
ducharme y llamé a "mi mujer".
- Ya estás. Bueno, ahora te voy a poner estas uñas postizas en las
manos y a pintarte las de los pies.
Las uñas que me habían comprado eran de color rojo, mi mujer sabía
bien mis gustos, las de los pies también me las pintó en ése color.
- Aprende a hacer tú todo esto, porque a partir de ahora, lo vas a
hacer tú solita.
Cuando terminó, me peinó un poco y me puso la peluca que me habían
comprado, era preciosa, el pelo era largo, liso y de color negro, me
sentaba fantástica. Por último me colocó las tetas postizas, que
eran bastante grandes y super realistas, por cierto, me dijo que el
pegamento que había usado para las tetas era permanente y no se
podía quitar en semanas.
- Ni se te ocurra quitarte la peluca, las tetas o las uñas. Recuerda
lo que eres, por cierto, ¿como quieres que te llamemos?
- Mónica, dije yo con voz dulce.
- Bien, ahora Mónica, vístete, esta será a partir de ahora tu ropa.
Mi mujer me trajo unas bragas y un sujetador de encaje, un ligero y
las medias, todo a juego, de color negro. Yo no podía más, cada
prenda que me ponía, me excitaba más aun. Pero mi sorpresa llegó
cuando mi mujer me dijo a continuación:
- Toma ésta será tu ropa de trabajo.
Ella me dio un uniforme de sirvienta con una minifalda cortísima. Yo
no sabía que decir.
- ¿No pensarás que vas a estar aquí sin hacer nada?, a partir de
hoy, Pablo se va a venir a vivir conmigo y tú ya no tendrás que
trabajar de lo que hacías antes, ahora serás la chacha, harás las
camas, plancharás, harás la comida, limpiarás el polvo, etc.
Me limité a callar y me puse la ropa de trabajo, el delantal y los
zapatos de tacón que me había traído; me miré al espejo y me gustó
mucho lo que vi: una piba de 1,80, morena, con grandes senos, el
sueño de cualquier hombre. A continuación, mi mujer me enseñó a
pintarme los labios y a maquillarme, el resultado era deslumbrante...
Yo era mucho más atractivo como mujer que como hombre, el resultado
saltaba a la vista, era muy femenina, por lo general las veces que
había visto travestis, se les notaba un montón que eran tíos, a mí
no se me notaba casi.
- Bueno, Sonia, ya hemos terminado.
Salimos del cuarto de baño y fuimos al salón donde estaba Pablo.
- ¿Ya has terminado con la chacha cariño? Dijo él.
- Sí, aquí está, ¿qué tal te parece?
- Desde luego tiene una pinta de zorra que no puede con ella.
Yo me estaba ruborizando, sentía una enorme excitación sexual en ese
momento.
- Bueno a trabajar, ahora tienes que ganarte la comida trabajando.
Tienes que limpiar el polvo de toda casa, hacer la comida y poner la
mesa, además a partir de ahora utilizarás el cuarto de baño de
servicio y dormirás en el cuarto de invitados, te hemos dejado allí
toda la ropa que hemos comprado, así que tienes que colocarla,
mientras tanto Ana y yo vamos a echar un buen polvo, así que no nos
molestes, cuando terminemos tiene que estar todo hecho, si no
recibirás tu merecido.
Lo que me estaba pasando era increíble, allí estaba yo, travestido
con ropa de sirvienta recibiendo órdenes en mi propia casa del
amante de mi mujer de que me fuese del dormitorio de matrimonio para
que ellos follasen a gusto y mientras tenía que trabajar para ellos
de chacha, la situación era denigrante pero no tenía otro remedio,
si no ellos contarían a toda la gente que conocía, que era un
travesti y un marica, así que mientras pensaba alguna solución para
salir del enredo tendría que seguir el juego, además tenía que
reconocer que, a pesar de todo, me encontraba muy excitado y la
situación era muy morbosa.
Fui a la habitación de invitados y allí me encontré con toda la ropa
que me habían comprado: varias bragas, sujetadores, ligeros, bodys,
camisones y saltos de cama, medias, ligas, un par de blusas, un top,
dos faldas, unos pantalones de chica ajustados, dos pares de zapatos
de tacón y otros de plataforma de madera, unas botas muy altas, unas
zapatillas de mujer de andar por casa y un uniforme completo de
sirvienta, además de un juego completo de maquillaje y manicura.
Todo eso habría costado una burrada y lo habrían comprado con mi
dinero, si me habían comprado tanta ropa es que creerían que la
nueva situación iba a durar mucho tiempo, empecé a llorar, estaba
siendo denigrado, explotado, humillado... aunque después de un rato
pensé que yo no iba a dejar que eso durase mucho, o por lo menos eso
creía yo entonces...
Coloqué mi ropa en el armario y en la mesilla, el mero hecho de
hacer esto me excitaba sobremanera, ahora era como si fuese una
mujer de verdad. Después empecé a limpiar la casa como me habían
ordenado mientras oía el ruido de la cama y sus jadeos en la
habitación de matrimonio, mi mujer estaba siendo follada y yo
mientras limpiaba la casa como si nada. Al cabo de bastante tiempo,
cuando terminé, fui a hacer la comida pero antes fui al servicio a
mear y me acordé de lo que me habían dicho; me subí la falda, me
bajé las bragas y me senté en la taza del water, estaba haciéndolo
como una mujer, este pensamiento hacía que mi polla estuviera en
erección a punto de reventar, cuando terminé me subí de nuevo las
bragas y me coloqué la falda bien, pero antes de salir me retoqué un
poco con el pinta labios, estaba espléndida, cualquier hombre
hubiese soñado con hacerlo con un travesti como yo...
Después de poner la mesa y cuando estaba terminando de hacer la
comida oí que me llamaba Pablo desde la habitación, fui y cuando
entré vi a mi mujer desnuda exhausta tendida en la cama de espaldas
y a Pablo tumbado boca arriba con el pene todavía en erección y
chorreando de semen, la visión de este espectáculo, hizo que se me
empinara aun más.
- ¿Qué queréis? Pregunté yo con voz de niña ingenua. Mi mujer se dio
la vuelta y me dijo: Cómo que ¿qué queréis? Querrás decir: ¿qué
querían los señores? A ver si nos tomamos menos confianzas Mónica,
tú eres tan solo una pobre chacha y nosotros te estamos manteniendo
en nuestra casa. ¿No querrás que te echemos? ¿Verdad? Ahora haz lo
que te diga el señor.
- Límpiame bien la polla con la boca, no dejes ni gota de leche. -
Yo no podía salir de mi asombro cada cosa que pasaba me sorprendía
aun más- Vamos zorra no te quedes ahí parada sin hacer nada,
chúpamela.
Me arrodillé al lado del "señor" y se la chupé mientras le miraba a
los ojos, lo hice esmerándome todo lo posible, limpiándole bien el
capullo por dentro y por fuera, era un verdadero placer hacer eso,
ojalá siempre me dejase hacerlo. Mi mujer acababa de ser follada por
un tío y yo se la mamaba después, cada cosa que pasaba me hacía
perder aun más mi dignidad.
- ¡Muy bien! Eres una puta muy buena. Ahora dame unos calzoncillos
limpios y lávame estos.
Cuando le saqué la muda limpia me di cuenta, de que era mi propia
ropa la que estaba en los cajones, se había quedado también con toda
mi ropa. En menos de 24 horas ese hombre me había quitado mi mujer,
mi habitación, mi casa, mi ropa y mi dignidad. Saqué los
calzoncillos que y se los di, estaba seguro que hacían esto para que
yo me sintiese aun más inferior, el amor que sentía por mi esposa se
transformaba en odio, pero no conseguía odiar a Pablo, si no todo lo
contrario, era como si le admirase por lo que estaba haciendo, creo
que me empezaba a sentir atraído por él.
Luego se fueron a comer al salón, pero no me dejaron comer con
ellos, yo era la criada y debía de comer en la cocina. En el resto
de la tarde no pasó nada digno de mención, ellos me trataban como si
fuera una criada sin más; pero cuando llegó la noche yo no pude
aguantar más la excitación acumulada y me hice una paja en mi nueva
habitación. Cuando ya creía que no iba a pasar nada más por ese día
ya que ellos ya se habían acostado, mientras me estaba poniendo el
camisón que debía de llevar para dormir, me llamaron y tuve que ir a
su habitación.
- Mónica, estamos muy enfadados contigo, creíamos que habías asumido
que tenías que comportarte exclusivamente como una mujer. Te hemos
estado viendo lo que estabas haciendo y las cosas no son así, a
partir de hoy si tienes alguna "necesidad" la vas a satisfacer con
esto, Pablo sacó un consolador femenino de un cajón y me lo dio, yo
no sabía que decir y lo cogí con cara de asombro- A partir de ahora
no sólo te masturbarás siempre con él sino que deberás llevarlo
introducido todo el día en tu culo de puta.
- Pero, eso me puede hacer daño...
- O haces lo que te acabo de decir o atente a las consecuencias.
Su voz autoritaria me excitaba, además después de todo lo que había
hecho, ¿qué más daba seguir el juego un poco más? Contesté
sumisamente que sí y me volví a mi nueva habitación, allí me unté el
culo de vaselina y me introduje el consolador hasta el fondo, me
hice un poco de dañó, pero muy poco y en cuanto lo tuve dentro se me
empezó a empinar la polla, estaba claro que la penetración anal me
excitaba, quizás debía aceptar mi homosexualidad con naturalidad,
allí en la cama vestido de mujer con tetas postizas, peluca, un
camisón y un consolador en mi culo, no había duda, intenté dejar de
pensar en esto y apagué la luz, esa sería mi primera noche como
Mónica ...
Al día siguiente, la situación no varió mucho, mi mujer me trataba
como si sólo fuese la chacha, dándome órdenes y sin hacerme ningún
caso, como si nunca hubiese sido su marido, de hecho, en ese momento
lo seguía siendo, pero desde luego para ella parecía haber dejado de
existir. Me pasé todo el día con el consolador metido en mi culo y
cada vez que me sentaba notaba como este me penetraba más y más, la
sensación era muy excitante. A la hora de la comida, yo les tuve que
servir; ellos se comportaban como si fuesen un matrimonio desde
hacía años. Después se fueron a la cama juntos y volvieron a follar,
mientras les oía, me comencé a excitar pensando en la idea de estar
en el puesto de mi mujer, sentirse follada por un hombre tan varonil
como Pablo, empecé a masturbarme con el consolador, pensando que era
la polla de Pablo, entrando y saliendo de mi agujero, así tuve una
corrida sensacional, después me volvieron a llamar como el día
anterior para que yo le hiciera al señor el servicio de limpieza,
cosa que hice con gran gusto.
Así fueron pasando los días; para mí, la situación era morbosísima,
el sentirme humillado (o humillada) me excitaba muchísimo, me
encantaba comportarme como una mujer; La barba me la teñía de rubio
y me la afeitaba todos los días y también me depilaba las cejas y me
afeitaba el vello púbico para que pareciera el de una mujer. Todos
los días me masturbaba con el consolador y le limpiaba el capullo a
Pablo, además de hacer de chacha fregando, limpiando, haciendo la
comida, sirviendo, planchando, etc. A la semana, me hice la
depilación a la cera en las piernas y me quedaron fantásticas, y al
cabo de tres semanas me quité las uñas postizas y me arreglé y pinté
las mías de color rojo.
Uno de esos días, Pablo me llamó al dormitorio y me dijo que tenía
un regalo para mí por haber sido "buena chica", me dijo que yo ya
tendría el culo dado de sí por el consolador que llevaba todo el día
puesto y que necesitaría uno más grande; me sacó un vibrador inmenso
con forma de polla con cojones incluidos y todo, cuando lo tuve
entre mis manos me enamoré de él, parecía casi real, tenía hasta las
venas en relieve, no tardé en darle las gracias y me fui corriendo a
mi habitación a probarlo. Me subí la falda, me bajé las bragas y me
tumbé en la cama, tuve que darme un poco de vaselina en el ojete
antes de introducirme el vibrador, pero al final, con algo de dolor,
me lo conseguí meter. La sensación era maravillosa, el aparato
vibraba en mi culo y me producía oleadas de placer, yo me agarraba a
mis tetas postizas mientras mi pene se ponía en erección, así estuve
casi cuarto de hora hasta que por fin tuve el orgasmo más
maravilloso de mi vida, no importaba que tuviese el culo algo
dolorido, había sido fabuloso.
Los días siguieron pasando y yo empezaba a cansarme de tener que ser
la esclava de la parejita aunque era muy morboso, había que poner
las cosas claras, esa era mi casa y ella era, al fin y la cabo, mi
esposa. Pensaba que lo mejor sería que nos divorciásemos, que cada
uno se quedase con su parte y viviésemos por separado, así yo podría
seguir dedicándome al travestismo en mis ratos libres y a mi aire,
además tenía que ir a una entrevista para un nuevo trabajo que había
pedido hace tiempo. Así pues un día me fui a hablar con
mis "señores" para poner fin al teatro y me llevé la mayor sorpresa
de toda mi vida. Después de que ellos hicieran el amor entré en "su"
dormitorio y les dije:
- Creo que ya va siendo hora de que terminemos con esta farsa.
- ¿A qué te refieres? Preguntó Pablo.
- A esto, a partir de ahora voy a dejar de ser vuestra sirvienta.
Además quiero pedir el divorcio y quedarme con mi parte de la casa y
las demás cosas; mañana voy a tener una entrevista de trabajo y todo
va a cambiar. Los dos empezaron a reírse a carcajada limpia, yo no
podía entender nada.
- Tú, no vas a hacer nada de eso, vas a seguir aquí haciendo todo lo
que te digamos, no tienes otra salida, ni otro sitio donde ir. Dijo
Pablo.
- ¿Cómo que no? ¿Cómo me lo vais a impedir? Pablo tranquilamente
sacó una cinta de vídeo y me la entregó.
Si no haces todo lo que te ordenemos tus padres y tus viejos amigos
recibirán una copia de esta cinta donde se te ve maquillándote,
vistiéndote de mujer, masturbándote con el consolador, haciéndome
una mamada y muchas cosas más.
-¿ Me habéis grabado? Sois unos hijos de puta, si me intentáis
chantajear iré a la policía.
-Me temo que no vas a hacer eso.
-¿Por qué no?
-Porque nadie creería a un travestido fichado por la policía con
antecedentes de prostitución y estafa.
- ¿De qué estás hablando? - Pablo me dio un carnet de identidad ¡con
mi foto! Pero con otro nombre, yo no podía entender nada.
-Escúchame atentamente. Dijo Pablo. Tengo muchos amigos y algunos me
deben favores, yo tenía hasta hace un par de días unos problemillas
con la justicia y he pensado que lo mejor sería hacer un cambio de
identidad, así que me he cobrado viejas deudas y ahora yo tengo tu
identidad y tú la de un marica travestido. Si vas a la policía nadie
te creerá y terminarás en la cárcel, si les cuentas la verdadera
historia, Ana, mi mujer, me apoyará en todo ¿verdad Cariño?
-Por supuesto, amor mío.
-Lo siento mucho, pero lo has perdido todo, no tienes otra salida
que obedecernos en todo y así no te pasará nada.
Yo no podía creer lo que estaba oyendo, no tenía nada, no podía
recurrir a nadie, no era nadie.
-A lo mejor te interesa saber que me han aceptado en ese nuevo
puesto de trabajo que mencionabas, esta mañana he tenido la
entrevista. - Yo empecé a llorar.
-No llores Mónica, por lo menos vas a poder ver cumplido tu sueño.
-¿Cuál?
El de ser mujer, a partir de mañana empezarás a tomar estas
pastillas todos los días, son para hormonarte, así te crecerán unas
tetas en condiciones y no te tendrás que afeitar ni depilar ¿qué te
parece?
-No estaréis hablando en serio ¿verdad?
-Muy en serio bonita Dijo Ana -no tienes otra opción.
-¿Y si me niego?
-Pues una noche mientras duermas te castraremos. No lo dudes. En ese
momento las cosas cambiaron de sentido, hasta ese momento podía
haber salido del juego masoquista en el que estaba metido hasta al
cuello en cualquier momento, aunque eso hubiera supuesto perder a mi
mujer y otras cosas más, pero si empezaba a hormonarme nunca
volvería a ser un hombre como antes; hiciera lo que hiciera, siempre
sería su "chacha" y puta particular, pero... no me quedaba otro
remedio, esa era la dura y cruda realidad, no había alternativas,
tenía que aceptarlo había estado jugando a algo muy, muy peligroso y
me tenían bien cogido; pero lo más gracioso era que mientras estaba
llorando, totalmente hundido, la idea de hormonarme, de tener unas
tetas de verdad, me excitaba. - Supongo que no tengo alternativa
¿verdad? Lo teníais bien planeado ¿eh?
- Desde luego que sí, y me alegro de que hayas comprendido tu
situación. A partir de esta misma noche, comenzarás a tomarte dos de
estas píldoras tres veces al día.
Pablo sacó de la mesilla un frasco de pastillas y me las dio. -
Espero que no intentes dejar de tomarlas o hacer ninguna "trampa" si
no nos vamos a dar cuenta enseguida y las consecuencias serán muy
desagradables. Ahora, tómate una ya.
Abrí lentamente el frasquito, saqué las dos pastillas me las llevé
temblorosamente a la boca y me las tragué; la decisión ya estaba
tomada, debía de ir diciendo adiós a mi figura masculina, este
pensamiento me martirizaba pero a la vez me ponía a cien, en ese
momento tenía la polla a punto de reventar. No dije nada más, me fui
directo a mi habitación de chacha con el frasco en la mano, había
llegado a esa habitación con aires de gallito pensando en que eso se
iba a terminar y me iba absolutamente sin nada, perdiéndolo todo,
hasta mi propia identidad y encima había comenzado a hormonarme. Me
tumbé en la cama y empecé a llorar como una niña, así estuve una
hora, pero después, la idea de tener unos pechos de verdad, grandes
y duros, de empezar a tener curvas, un culito respingón, rasgos
femeninos... Todo eso hizo que me empezara a masturbar y que cogiera
el vibrador y me lo endiñase en el culo, fue sensacional y tuve una
corrida impresionante. A partir de entonces las cosas cambiaron un
poco, no sólo tomaba todos los días mis hormonas sino que Ana me
ponía inyecciones cada dos días en las tetillas y en la zona
genital, cada vez que me pinchaba era un verdadero suplicio, ya que
los pinchazos eran dolorosísimos, estas inyecciones también eran
hormonas y, según me dijo Ana, eran para acelerar el proceso aun
más, las dosis que estaba recibiendo eran altísimas pero a ellos eso
les daba igual. Yo me intentaba hacer a la idea de mi nueva y
definitiva condición de mujer, no había vuelta de hoja, todos los
días me tomaba religiosamente mis hormonas y recibía las
inyecciones, esperando a que pronto se comenzasen a manifestar los
primeros síntomas, y estos no se hicieron esperar. A la semana se me
empezaron a hinchar y a doler las tetillas, y los cojones también me
molestaban bastante, la dosis de hormonas que estaba tomando era muy
fuerte y eso me producía esos dolores, un par de días después me
empezó a salir un líquido blancuzco de las tetillas que cada vez
tenía más hinchadas. A las dos semanas se me empezaron a abultar los
pechos un poco. Yo me intentaba hacer a la idea de que me estaba
afeminando y de que ya tendría que vivir como una mujer para el
resto de mis días. Ya me había acostumbrado a llevar bragas, medias
y sujetador y a andar con zapatos de tacón moviendo las caderas.
Cada día que pasaba me sentía mas humillado (o debería decir
humillada) ahora sólo era una pobre chacha que tenía que trabajar
como una esclava sirviendo a mis amos, la que hasta hace poco había
sido mi mujer y el tío que se la tiraba; No tenía otra salida, ellos
me tenían bien cogido. Sin embargo yo me sentía excitado a todas
horas del día, cada vez era más coqueta y me acicalaba más, me
encantaba acariciar mis piernas recién depiladas y ponerme las
medias suavemente y luego los zapatos de tacón, gozaba vistiéndome
de mujer y mirándome en el espejo, cada día que pasaba tenía más
abultados los pechos así que opté por quitarme las tetas postizas,
después de haber pedido permiso a mis amos.
Un día vino una tía a la que habían llamado Pablo y Ana para que me
hiciera la depilación electrica en todo el cuerpo y no dejar el más
mínimo rastro de vello. La tía me estuvo humillando durante todo el
tiempo que tardó en hacer el trabajo, me insultaba y me pegaba
bofetadas cuando la venía en gana; cuando llegó a mi entrepierna
soltó una enorme carcajada al ver mi polla tan pequeña.
A los dos meses de haberme empezado a hormonar, ya tenía unos senos
turgentes con unos hermosos pezones puntiagudos, no tenían nada que
envidiar a mis viejas tetas postizas, las mías eran mucho mejores,
las caderas se me habían redondeado, ya no necesitaba depilarme,
prácticamente no me crecía vello en el cuerpo y mis cojones eran
diminutos, mi polla en erección tenía tan sólo ocho centímetros y ya
no se me empinaba, había perdido casi por completo la erección,
ahora era un travesti impotente.
De esto se habían dado cuenta mis amos y por eso un día me llamaron
y me dijeron que tenían algo muy importante de que hablar conmigo.
- Mónica, mi esposo y yo hemos decidido darte una oportunidad de
elegir que quieres ser realmente - me dijo mi ama.
- ¿Vais a dejarme marchar? - dije yo ingenuamente creyendo que
quizás ya se habían cansado.
- Si demuestras que quieres ser de verdad un hombre, podrás irte y
hacer lo que quieras, además te daremos todas tus cosas y te
devolveremos tu dinero para que empieces de nuevo.
Yo no acababa de creérmelo, pero parecía sincera, aunque me miraba
con cierta sonrisa pícara que no me gustaba nada. De todas formas,
esta era la única oportunidad que tenía de escapar de ellos y de
poder intentar volver a ser un hombre; dejaría de tomar las hormonas
y con algo de cirugía estética podría ser de nuevo el de antes y
empezar de nuevo , o eso pensaba yo...
- Quiero ser de verdad un hombre y que acabe todo esto. - le dije a
mi ama
- Bien entonces tendrás que demostrar que en el fondo eres un hombre.
- ¿Qué tengo que hacer ?
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